WASHINGTON — Donald Trump ha convertido los aranceles en su arma predilecta, una danza impredecible que sacude la economía global. Desde su toma de posesión el 20 de enero, impuso un 25% a importaciones de acero y aluminio, un 10% adicional a bienes chinos y amenazó con gravar a México y Canadá. Aunque suspendió temporalmente algunas medidas tras negociaciones con Justin Trudeau y Claudia Sheinbaum, la incertidumbre persiste. ¿Cuál es el objetivo? ¿Es esto una estrategia o un juego absurdo?

El mandatario asegura que busca reducir el déficit comercial y repatriar industrias. En Truth Social, afirmó el 9 de marzo que “los aranceles no causan inflación, generan éxito”. Sin embargo, expertos discrepan. El Peterson Institute estima que los aranceles de 2018-2019 apenas movieron el PIB estadounidense, mientras el Bloomberg Economics calcula que un 60% de los costos recaen en los consumidores. Anna Wong, exasesora del Consejo de Asesores Económicos, advierte que la nueva ronda prioriza ingresos sobre protección industrial, arriesgando una recesión.
¿Quién lo asesora? Stephen Miran, nuevo jefe del Consejo de Asesores Económicos, defiende esta táctica en su informe de 2024, abogando por aranceles para reindustrializar sin sacrificar el dólar. Peter Navarro, exconsejero comercial, también reaparece como voz influyente. Pero las críticas llueven: Chuck Schumer, líder demócrata en el Senado, prometió el 10 de marzo bloquear legislativamente “este caos económico”.
Los resultados positivos son esquivos. Aunque Trump presume haber creado empleos en el acero en 2018, Brookings señala que las represalias chinas afectaron más a sus votantes. Hoy, el consumidor enfrenta alzas en ataúdes, agujas y automóviles, según El Financiero. Esta danza se alarga demasiado, desestabilizando cadenas de suministro y confianza empresarial. Raymond Torres, de Funcas, califica la incertidumbre como “perjudicial” para economías como España, con un 5% de exportaciones a EE.UU.
Es hora de un alto. Esta política, que mezcla coerción y bravuconería, parece más un capricho que una visión coherente. Los datos hablan claro: el comercio global se contrae, los precios suben y el mundo paga el precio de un experimento sin rumbo definido. Trump debe escuchar las cifras, no los ecos de su círculo íntimo, y detener esta ridícula escalada antes de que el daño sea irreversible. Seguir por este camino no solo erosionará la credibilidad económica de Estados Unidos, sino que castigará a aliados y consumidores por igual, dejando un legado de inestabilidad que tardará años en repararse. La danza arancelaria debe terminar, y debe hacerlo ya.
Nota legal: Este artículo se basa en declaraciones y datos de fuentes verificadas, incluyendo Truth Social (9/3/2025), Peterson Institute (2019), Bloomberg Economics (2025), El Financiero (11/3/2025), Brookings (2019), Funcas (2025) y Chuck Schumer (10/3/2025).
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